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La historia de la procesión del Señor de los Temblores tiene su origen en un fuerte terremoto que sacudió la ciudad de Cusco el 31 de marzo de 1650, alrededor de las 2:00 p.m. Con una magnitud de 7.6 grados, el sismo causó gran temor en la población.
Como acto de fe, la imagen de Cristo, conocida en ese entonces como “El Señor de la Buena Muerte”, fue sacada en procesión por las calles de Cusco. Fue colocada en el atrio de la Catedral y permaneció expuesta durante tres días.
Se cuenta que, tras este gesto de devoción, los temblores cesaron, lo que fortaleció la fe del pueblo cusqueño y cimentó la tradición de sacar al Señor de los Temblores en procesión cada año, especialmente durante la Semana Santa. Este acto se convirtió en un símbolo de protección y esperanza para la ciudad, una tradición que perdura hasta el día de hoy.
El Domingo de Ramos marca el fin de la Cuaresma y da inicio a la Semana Santa. En esta fecha, los fieles cusqueños acuden a las distintas parroquias de la ciudad portando hojas de palma y cruces tejidas con la misma planta, las cuales son bendecidas durante las celebraciones eucarísticas.
Una vez bendecidas, estas palmas se colocan detrás de la puerta principal de cada hogar como símbolo de protección y bendición para toda la familia.
El Lunes Santo es uno de los días más importantes de la Semana Santa en Cusco. Miles de fieles se reúnen en la Plaza de Armas para participar en la Misa de Comunión en la Catedral, presidida por el arzobispo.
El momento central del día es la procesión del Señor de los Temblores, patrón jurado de la ciudad, una manifestación de fe y tradición profundamente arraigada en la cultura cusqueña. Esta procesión, cargada de simbolismo, es considerada el acto religioso más representativo de la Semana Santa en Cusco.
El Jueves Santo conmemora momentos clave de la vida de Jesús, como la Última Cena y el lavatorio de pies. En Cusco, el arzobispo realiza el lavado de pies a doce ancianos, rememorando el gesto de humildad de Cristo con sus discípulos.
Además, muchas familias participan en el tradicional recorrido por los Siete Templos del Centro Histórico, una caminata simbólica que recuerda las siete caídas de Jesús camino al Calvario. Esta costumbre refleja la profunda espiritualidad y el fuerte arraigo cultural de la Semana Santa cusqueña.
El Viernes Santo en Cusco, al igual que en Ayacucho, se celebra con el emotivo encuentro de las andas del Cristo en el Santo Sepulcro y la Virgen Dolorosa, un momento lleno de devoción y solemnidad.
Aunque es un día de reflexión religiosa, el Viernes Santo en Cusco no es un día de estricta abstinencia. En su lugar, se conserva la tradición de los doce platos, una costumbre culinaria que simboliza a los doce apóstoles. Estos platos incluyen una variedad de sopas y potajes, algunos elaborados con pescado seco, olluco o trigo, y se complementan con deliciosos postres, como los dulces de manzana, maíz y choclo. Cada uno de estos platillos refleja la riqueza de la gastronomía local y la profunda conexión con la cultura cusqueña.
El Domingo de Resurrección en Cusco comienza con una gran multitud de creyentes que se congregan a las 7:00 a.m. para participar en la primera misa del día, donde se escucha el sermón que celebra la resurrección de Jesús, el evento más significativo para los cristianos.
Tras la misa y la solemne procesión, las calles principales de la ciudad se llenan de vida, y el aroma de deliciosos platillos como caldo de gallina, empanadas, tamales y tortas comienza a recorrer el aire. Estos manjares, preparados con cariño y devoción, simbolizan el cierre de la Semana Santa y la alegría por la resurrección.
De esta manera, la Semana Santa culmina con una vibrante celebración en la ciudad imperial de Cusco, donde la fe y la tradición se unen para rendir homenaje a uno de los eventos más trascendentales de la religión cristiana.
